1815 - Napoleón se entrega a los ingleses, quienes le deportan a la isla de Santa Elena. El Emperador es un hombre de 46 años, en plena fuerza física aunque algo pasado de peso - por no decir gordo. Está lleno de vitalidad cuando desembarca en aquella isla que se convertirá en su tumba. Lo que le pesa sobre todo, a él quien tenía la costumbre de recorrer grandes espacios a gran velocidad, es la imposibilidad de desplazarse a voluntad. En efecto, Hudson Lowe, temiendo siempre una evasión de su ilustre prisionero, va a multiplicar las guardias, restringir el perímetro autorizado… Napoleón, en el curso de los años que seguirán, disminuirá los ejercicios hasta no salir durante semanas enteras. Esto aumentará aún más su gordura. A esta situación se sumarán molestias de salud hasta entonces desconocidos, dolores de estómago especialmente.
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